4.
AÚN MÁS COINCIDENCIAS, AGRADABLES Y SOSPECHOSAS
Eluney, Malén y Anahí reaccionaron al ver que Percy
las miraba. Fue una sorpresa que se percatara de la presencia de las chicas tan
fácilmente. A medida que se iba acercando más a ellas, su silueta se distinguía
más. Comenzaba a salir de la oscuridad y a ser iluminado por los faroles de la
calle fuera del estacionamiento. Lo primero que llamó la atención de Malén fue
su pelo corto y negro. Ella había estado enamorada de un chico de su clase con
precisamente el mismo peinado. Luego se enteró de que le había copiado el look
al guitarrista de una banda desconocida, y aunque fuese la banda de rock, o
glam o lo que sea, más popular del momento, ella seguiría sin tener idea de que
existía, pese a que no gustaba ese estilo de música. Pero al ver fotos del
guitarrista, su peinado surtió el mismo efecto sobre ella que el del muchacho
de su clase. Ahora, ocurría lo mismo.
Anahí, en cambio, sólo pudo concentrarse en sus
ojos, que ella creía eran grises, que contrastaban con su piel pálida. En su
mente sólo podía escucharse a sí misma repitiendo lo mismo una y otra vez: “No la
cagues, no la
cagues, no la cagues, no la cagues, no la cagues…”.
Eluney no sentía nada más que impresión ante la
percepción visual o auditiva que posiblemente debería tener aquel chico.
— ¿Quién… —comenzó a decir Percy, aunque pronto fue
interrumpido.
—Me llamo Anahí Del Campos —miró hacia la remera del
chico—. ¿Te gusta el negro?
Percy dijo “no entiendo” con un gesto. La cara
ruborizada de Anahí, al igual que su mente sólo decía “qué boluda…”. En la
mente de Malén se escuchaban las mismas palabras.
— Yo, Eluney…
— ¿Hermanas? ¿Buscando pistas? —bromeó Percy.
—Sí. Pistas — dijo la más joven, Ailín.
— ¿Trajeron a una nena a una escena del crimen?
Pensándolo bien, ni siquiera ustedes deberían estar acá. ¿Y los policías?
—Solamente hay dos. El resto se fue con el tipo de
la lavandería de enfrente a buscar al criminal.
—Entiendo. Testigo clave, supongo.
— ¿Vos viste lo que pasó? —Preguntó Malén— ¿Quién
sos?
—Me llamo Percy Lloyd. Mi… viejo vino a… laburar a este… antro — pronucnió eso último de
una forma extraña. Y por su nombre, las chicas se dieron cuenta de que era
extranjero.
—Casi te sale perfecto el acento —comentó Eluney.
—Todavía no me acostumbro al… ¿cantito? Hace un año
que estoy viviendo acá.
— ¿En serio?
—Mi viejo está de gira, por bares. Hace un año vino
a este lugar. A mí me gustó la ciudad y me decidí mudar acá. Me consiguió un
departamento y me inscribió en la EAF para estudiar fotografía.
En ese momento fue que Eluney cambió de parecer con
respecto a Percy. Ahora que lo veía bien, su ropa era genial. Su estilo, su
acento, su forma de hablar y su breve historia. Le parecía asombroso que fuera
tan calmado, copado, perceptivo y quién sabe qué otra cosa. Pero más que nada,
que estudiara foto. Que Percy Lloyd fuera un estudiante de fotografía, en la
EAF, comenzó a acelerar el corazón de la joven chica. Ahora sentía las pecosas mejillas
y las orejas acaloradas.
— ¿Sos… estudiante en la EAF?
—Con tarjeta de acceso a la biblioteca y todo — sacó
una billetera de su bolsillo y una tarjeta de plástico de ella. Eluney soltó
una risita.
Sus hermanas se preocuparon. Era la primera vez que
escuchaban a su hermana mayor reírse en años. Anahí miró a una Malén seria, que
desvió la mirada y se dirigió al joven inglés.
— ¿De dónde sos y qué edad tenés?
—De Cambridge, dieciocho años.
— ¿Tenés alguna cualidad especial? Digo, además de
la fotografía.
— ¿“Cualidad especial”? Emm… Bueno… Tres años
seguidos gané las olimpiadas matemáticas de mi secundaria. — a Anahí se le
iluminaron los ojos.
— ¿Alguna cosa que te guste? —insistió Malén como
tratando de sacarle información.
—Bueno, el Grunge. Nirvana, Pearl Jam… emm… El cine.
La literatura, en especial de ciencia ficción. Me leí un montón de libros. Los
de Sherlock Holmes y Agatha Christie por ejemplo, o…
—Disculpanos un momento —mencionó sin dejar de estar
seria, y agarró a sus hermanas de los brazos para que la siguieran afuera del
estacionamiento. La pequeña Ailín las siguió casi trotando.
—Okey, ya entiendo qué les pasa.
—Mirá quién habla —renegó Anahí— no te sonrojás por
nada vos —Malén se tocó la mejilla izquierda con una mano.
—Más bien deberíamos hablar de la depre
aparentemente no tan depre.
—Estudia fotografía, Mili. Sabés que eso es lo mío.
—Pero la literatura es mi pasión. ¡Y leyó a Doyle!
—Eu, Eu, Eu. ¡Se están olvidando de mí! — protestó
Anahí.
—Dijo que ganó las olimpiadas en secundaria, no que
fueran importantes para él. Además, tiene dieciocho. Vos dieciséis —fue la
fundamentación de Malén.
— ¿Qué tiene que ver? Elu salió con uno de dieciocho
cuando tenía dieciséis y no le dijiste nada.
—Bueno, podría haber sido un error. Además, yo soy
la que está más próxima a su edad — declaró Eluney.
— ¡Mentira! ¡Las dos estamos iguales!
—Esperen, esperen —las interrumpió Anahí—. ¿No se
les hace un poco raro que tenga justo todas las características que nos
identifican?
—Bueno… es que… ¿No dijo que vive acá desde hace un
año? —Eluney ya empezaba a extrañarse. Malén se puso algo tensa. No era una
situación normal.
— ¿Cuál es la probabilidad de que nos haya espiado y
nos quiera atraer a él? —le preguntó a Anahí.
—Yo diría que puede ser. No te sé dar un número
exacto. Si te tengo que tirar una cifra: cuarenta por ciento aprox.
Todas quedaron en silencio. Ailín miraba a sus
hermanas mayores preocupada. Eluney pensó que quizás era una de esas
situaciones de “era demasiado bueno para ser cierto”, y sus hermanas debían de
pensar lo mismo. Como dejaron de estar tan entusiasmadas por este chico, se
dieron cuenta del frío que hacía. Malén se frotó los hombros.
—Hay que ir, pero con cuidado, puede ayudarnos. Pero
también es muy probable que él sea el responsable del crimen —dijo.
—Okay. Cualquier cosa nos tenemos para apoyarnos.
Que nadie se separe al estar con él —propuso Eluney. La última en hablar fue Ailín,
que se limitó a decir:
— ¿Entonces chico lindo o chico malo? —preocupada.
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