5.
LA PISTA INÚTIL
Percy buscaba algo en su bolsillo. Miró a la pared
de ladillos sobre la que se encontraba la puerta trasera del bar. Las jóvenes
hermanas seguían discutiendo fuera del estacionamiento, a un lado de la
entrada, pero él no podía oírlas. Sacó la mano de su bolsillo y vio seriamente
la foto que había tomado unos momentos atrás. Estaba demasiado oscuro donde
estaba parado, así que decidió moverse debajo de un farol para alumbrar la
fotografía. En esencia, el flash había iluminado al sujeto. Sólo había un
problema. Usaba una máscara de lana. Esa foto no le servía demasiado, ni a él
ni a la policía. No daba un indicio, o al menos no uno que Percy reconociera,
de dónde poder encontrar al criminal, y él era bueno detectando ese tipo de
detalles en las fotografías. Ni manos, ni pies, muñecas, tobillos, cuello,
nada. No había nada que delatara algo acerca de dónde encontrar al asesino, o
alguna característica física incriminatoria. Percy notó que las chicas con las
que se había encontrado estaban entrando al estacionamiento nuevamente, así que
decidió guardar la foto. Esas chicas eran especiales, Percy lo presentía. Lo
notaba en la forma en la que actuaban, en lo serias que eran con respecto a
unos aspectos relacionados con la escena del crimen y en cómo esa niña no
estaba para nada asustada de encontrarse en una situación tan oscura.
— ¿Qué discutían?
— Algo personal —respondió Malén.
— ¿En todo caso, qué piensan hacer? Con respecto al
caso, me refiero.
— Vamos a encontrar al asesino —se apresuró a decir
Anahí.
— ¿Ustedes piensan que pueden interponerse en una
investigación policial, para dar con un criminal que viene matando gente desde
hace meses, y hacer el trabajo de gente con años de entrenamiento y experiencia
mejor que ellos mismos?
— Bueno… —cuando lo veía de ese modo, Eluney, que
era la mayor, recapacitaba un poco acerca del asunto, pero — yo creo no es
imposible.
— Okay, es verdad. Desde que empecé a estudiar
fotografía que tampoco lo creo. Pero me parece algo extremo. Digo, ¿Cómo se les
ocurrió hacer esto? Entiendo que muchos fantasean con ser un Sherlock a su
edad, pero nadie llega tan lejos. Tienen ver la realidad — Anahí se mostró
desilusionada. Sus ojos que brillaban al ver a Percy ahora se veían más como un
vacío oscuro.
— ¡Pero nosotras somos lo mejor que hay! —reclamó.
— ¿Lo mejor? — se extrañó Percy por el término, pero
le llamó el interés ese entusiasmo y autoconfianza.
— ¡Sí! Si alguien de nuestra edad lo puede hacer, no
es nadie más que nosotras.
— Tenemos ciertas habilidades — dijo Eluney — y
sabemos que son suficientes para igualarnos a esos oficiales. Eso si estamos
juntas.
Ahora Percy sí se extrañó completamente. Sin gracia
alguna. Parecían hablar con toda la sinceridad posible. Creía, muy levemente,
que el hecho de que la niña de cinco años no temiese a la situación, podía
llegar a tener algo de sentido. ¿Serían superdotadas? ¿Las cuatro? Era algo muy
poco probable, al igual que atrapar al criminal, o que justo se encontraran con
él, que tenía suficiente habilidad como para contribuir al emprendimiento
ficticio e inverosímil de esas adolescentes y su hermanita.
— ¿Ustedes creen —empezó a decir — que yo pudiese
aportar algo? — las chicas Del Campos quedaron impactadas, así porque fue
sorpresivo para ellas, tanto como porque Percy Lloyd las estaba apoyando.
— ¡Pero dijiste que era algo extremo e irreal! —
dijo Malén.
— Cambié de opinión. Puede que haya un sentido para
todo esto. ¿Quién sabe? Quizás hasta haya un destino que nos dijese que tenemos
que atrapar a este tipo.
Las caras pecosas de las tres chicas adoptaron un
color rojizo al escuchar la palabra
“destino”. Anahí estaba parpadeando muy rápido, ese era un tic que siempre
la delataba cuando estaba con un chico al que veía como ahora veía a Percy, o…
con un lindo perro. Eluney, por el contrario, luchaba tratando de ocultar una
sonrisa, a tal punto que se tapaba la boca con una mano. Malen se mantenía
seria, pero sorprendida y frustrada al mismo tiempo por no poder decir nada.
— Yo… — decía Eluney — creo que podríamos incluirte…
pero… Necesitamos algo, alguna muestra de que vas a servir de algo. ¿No? — miró
a sus hermanas, que asentían. Sin embargo, luego intercambiaron una mirada que
pudieron leer muy bien la una de la otra. Una mirada que decía “cuidado”.
— Tengo algo que quizás las convenza. Aunque no sé
si va a ser de mucha ayuda — metió su mano en el bolsillo y se dispuso a sacar
la fotografía que le había tomado al delincuente durante su fuga. Caminó hacia
las hermanas y les entregó la imagen del sujeto que no tenía nada de piel al
descubierto.
— ¿Vos tomaste esto? — preguntó Eluney.
— Sí. Después de escuchar el disparo. El tipo salió
corriendo y pude tomar su foto.
— Por la relación que tiene con respecto a la
entrada — empezó a decir Anahí — y teniendo en cuenta las cosas del fondo que
están a la salida, ese cartel, la lavandería de enfrente, la profundidad… Yo
diría que el tipo mide un metro, ochenta y cuatro centímetros, aproximadamente.
Además parece ser muy flaco teniendo en cuenta la cantidad de prendas de ropa
que lleva y no se ve muy ancho.
— ¡¿Cómo?! — se sorprendió Percy. — ¿Cómo te diste
cuenta de algo tan exacto?
— Es un poco obvio si ya sabés cuanto mide cada cosa
en la foto. No es tan complicado —Percy entendía que se pudiese tratar de una ecuación
fácil para algunos, pero, lo que acaba de presenciar no era algo normal. Ni
siquiera algo que se pudiese calcular mentalmente tan rápido.
—…sman ce once — se escuchó por debajo. Era Ailín,
la más pequeña. Estaba mirando la foto. — ¿Qué es “sman ce once”? —preguntó la
niña.
— ¿Aili, dónde viste eso?
La
niña señaló a un punto exacto de la foto, pero ninguno de los presentes veía
nada.
— ¿Qué pasa? ¿Qué hay ahí? —le decía Eluney.
— Lo dice ahí. Mirá
Percy
tomó la foto y la llevó a la luz. Después de mucho intentarlo, por fin pudo
distinguir un rectángulo saliendo de un costado del asesino. Era el cañón de la
pistola. Si forzaba mucho la vista, podía distinguir unas letras, pero no
llegaba a leer lo que decía. Sin embargo, reconoció la pistola gracias a lo que
Ailín dijo.
— Es una Crosman C11. El tipo usó esa arma. ¿Cómo…?
Bueno, me voy a ahorra la pregunta. Ya entiendo. Esto de que cada una pueda
hacer estas cosas me da miedo ¿Qué sigue?
— Podemos investigar quién se la vendió — dijo
Malén.
— ¿Sabés la cantidad de negocios que venden Crosman?
Sin contar a los vendedores independientes —por no decir ilegales.
— Sí, y tampoco sabemos si la tiene desde mucho
antes de empezar a asesinar —consideró la lectora. Miró a Percy para proponerle
algo, pero quedó callada cuando escuchó que se abría la puerta trasera del bar.
— Muchas gracias, Míster Lloyd. Espero verlo por
aquí próximamente y que este horrible incidente no afecte nuestro contrato.